El Códice sinaítico

Datado en el siglo IV (alrededor del año 350).
Fue descubierto en 1848 por un joven alemán llamado Tischendorf en el convento Santa Catalina del monte Sinaí.
En 1844, cuando aún Tischendorf no tenía 30 años y era ya catedrático de la Universidad de Leipzig, comenzó un viaje por el Cercano Oriente en busca de manuscritos bíblicos. Mientras visitaba el monasterio de Santa Catalina en el monte Sinaí, tuvo oportunidad de observar una cesta de basura que contenía algunas hojas de pergamino, la cual iba a ser usada para alimentar el fuego de la estufa.



Al examinarlas, comprobó que se trataba de una copia de la Versión Septuaginta del Antiguo Testamento. Tischendorf logró retirar de la cesta no menos de 43 hojas, mientras los monjes casualmente le comentaban que … ¡dos cestas iguales acababan de ser quemadas en la chimenea! Momentos más tarde, cuando le mostraron otras porciones del mismo códice (contenía todo Isaías y el libro cuarto de Macabeos), él advirtió a los monjes que tales cosas eran demasiado valiosas para alimentar el fuego. Con las 43 hojas que se le permitió retener, las cuales contenían porciones del Primer Libro de Crónicas, Jeremías, Nehemías y Esther, hizo una publicación en 1846, nombrando tales documentos como el códice Federico Augustanus.
En 1853, Tischendorf volvió a visitar el monasterio con la esperanza de hallar otras porciones del mismo manuscrito. No obstante, la alegría demostrada con el hallazgo anterior había hecho a los monjes más cautelosos, y no pudo conseguir nada adicional al manuscrito. En el año de 1859, los viajes llevaron a Tischendorf nuevamente al Monte Sinaí, esta vez bajo los auspicios del Zar de Rusia, Alejandro II. El día anterior a su partida, Tischendorf presentó al abad del monasterio una copia de la edición de la Septuaginta que recientemente había publicado en Leipzig. Fue entonces cuando el abad le comentó que él también poseía una copia similar; y acto seguido, sacó de su armario un manuscrito envuelto en una tela roja. Allí, ante los ojos atónitos del erudito, reposaba el tesoro que por tanto tiempo había deseado encontrar. Tratando de controlar sus emociones y aparentando normalidad, Tischendorf solicitó hojear someramente el códice, y luego de retirarse a su aposento, pasó toda la noche en el indescriptible gozo de estudiar el manuscrito, como declara su diario en latín «quippe dormire nefas videbatur» Verdaderamente hubiera sido un sacrilegio dormir. Durante esa noche, pudo comprobar que el documento contenía más de lo que hubiera esperado, pues no sólo estaba la mayor parte del Antiguo Testamento, sino que el Nuevo Testamento se encontraba completo, intacto y en excelente estado de preservación, con la adición de dos trabajos cristianos del siglo II: La Epístola de Bernabé y una extensa porción del Pastor de Hermas, conocido hasta entonces sólo por su título.
La siguiente mañana, Tischendorf trató sin éxito de comprar el manuscrito. Luego, pidió permiso para llevar el documento a El Cairo a fin de estudiarlo, pero tampoco le fue concedido, y tuvo que partir sin él. Más tarde, mientras se encontraba en El Cairo, lugar donde los monjes también tenían un pequeño monasterio, Tischendorf solicitó al superior del mismo, para que éste mandara por el manuscrito. El superior aceptó con la condición de que se intercambiaran mensajeros beduinos, los cuales traerían y devolverían el manuscrito cuaderno por cuaderno (ocho a diez hojas por vez), mientras Tischendorf procedía a copiarlo. Teniendo por copistas a dos alemanes que se encontraban en El Cairo, un farmacéutico y un bibliotecario, que tenían conocimientos del griego, y bajo la cuidadosa supervisión de Tischendorf, éste comenzó su trabajo de transcribir las 110.000 líneas del texto, el cual terminó en un lapso de dos meses. La próxima etapa de negociaciones, envolvió lo que en un eufemismo podríamos llamar «diplomacia eclesial». Para ese tiempo, el cargo de mayor autoridad entre los monjes del Sinaí se hallaba vacante. Tischendorf sugirió que sería muy ventajoso para ellos hacer un apropiado regalo al Zar de Rusia, cuya influencia como protector de la iglesia griega ellos deseaban, y… ¿cuál podría ser mejor regalo que el viejo manuscrito? Después de largas negociaciones, el precioso códice fue entregado a Tischendorf para su publicación en Leipzig y para presentarlo al Zar en nombre de los monjes. La publicación definitiva del códice fue hecha en el siglo XX por la Universidad de Oxford (N.T.1911; A.T.1922). Luego de la revolución rusa, al no estar interesada la Unión Soviética en la Biblia, y por necesidades económicas, negociaron la venta de parte del manuscrito (347 páginas) al Museo Británico por 100.000 Libras Esterlinas, cantidad que fue pagada por mitades entre el Gobierno inglés y una suscripción popular, de individuos y congregaciones en Inglaterra y Estados Unidos. Al finalizar el año 1933, la parte del manuscrito vendida al Gobierno inglés fue depositada en el Museo de Londres, donde permanece hasta hoy.
En la actualidad el conjunto de hojas que componen el códice sinaítico se encuentran repartidas entre el Monasterio de Santa Catalina, la Biblioteca Británica (en este lugar se encuentra la mayor parte; 347 páginas de las 400 totales), la Biblioteca de la Universidad de Leipzig en Alemania, y la Biblioteca Nacional de Rusia en San Petersburgo. Los monjes ortodoxos griegos pensaban que habían perdido el manuscrito, pero en 1975 descubrieron una docena de sus páginas en una habitación olvidada, enterrada tras un derrumbamiento. Los monjes conservan enmarcada una copia de la nota dejada por Tischendorf prometiendo devolver el manuscrito.
En diciembre de 2006 se ha publicado que el código sinaítico podrá consultarse en internet a partir del año 2009. Al hallarse sus fragmentos divididos en varias bibliotecas del mundo (como ya se ha dicho), se ha firmado en Londres un documento de reunificación, proceso que se hará con tecnología digital. El proyecto cuesta más de un millón de euros y tiene una duración de unos cuatro años. Según la noticia, la edición digital del manuscrito está siendo elaborada conjuntamente por la Biblioteca Británica, la Biblioteca Universitaria de Leipzig y la Biblioteca Nacional de Rusia, en San Petersburgo. El monasterio de Santa Catalina planea construir un taller de conservación para tratar el códice y otros trabajos en su colección de 3.304 manuscritos y 1.700 rollos, que la convierten en la más grande de textos cristianos primitivos fuera del Vaticano. También se construirá una nueva biblioteca para conservar la colección, preservada por la ubicación remota del monasterio, el clima seco del desierto y el cuidado de los monjes. El códice estará disponible en Internet después del trabajo de fotografiar esencialmente el manuscrito, conservarlo, transcribir todo el texto y presentarlo electrónicamente. Además se editará una versión en formato DVD y otra en facsímile. El sitio web en el que el manuscrito estará disponible presentará el texto –los hechos como están descritos, las imágenes y la transcripción– y también lo interpretarán para distintos públicos, desde expertos hasta personas que sólo quieran conocer el manuscrito o algo del cristianismo. Más información sobre esta página en :