TELAS Y LIENZOS EN EL SEPULCRO DE JESÚS
Varias generaciones de católicos de lengua castellana nos acostumbramos a escuchar en la misa del Domingo de Resurrección el relato del evangelio de Juan, capítulo 20, versículos 3 y siguientes, en el que Pedro y el otro discípulo llegan corriendo al sepulcro y ven “las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte”. Esta traducción, usada durante años en la liturgia, hizo que nos imagináramos a un Jesús con el cuerpo vendado al modo de las momias egipcias. Estas vendas tiradas en el suelo no encajaban con las características del lienzo que se conserva en Turín y que todos conocen como la Sábana Santa. La traducción a la que nos habían acostumbrado nos abocaba al siguiente dilema: si el relato de Juan es correcto, la Sábana Santa no podía ser auténtica; y si la Sábana Santa es auténtica, entonces el Evangelio estaba equivocado.
El año 2010 la Conferencia Episcopal Española presentó una nueva traducción al español de la Biblia, la cual se utiliza ya como texto de la Sagrada Escritura que se proclama en la liturgia. Ha cambiado el relato de las telas halladas en el sepulcro. Este es el texto de los versículos del 4 al 7 del capítulo 20 de Juan:
“Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó el primero al sepulcro; e inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro; vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollados en un sitio aparte”.
Ya no se habla de “vendas en el suelo”, sino de “lienzos tendidos”.
¿Qué ha sucedido? Pues que el texto anterior era una mala traducción del griego. La traducción actual es la que se ajusta al original griego.
La palabra griega que utiliza Juan para referirse a la tela que cubría el cuerpo de Jesús, y que se repite tres veces en este fragmento del capítulo 20, es ὀθόνιον, que significa “lienzo”. Juan utiliza esa misma palabra en 19,40, cuando dice que, tras la muerte en la cruz, “tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con lienzos (ὀθονίοις)”. Y también la utiliza Lucas en 24,12, cuando cuenta que Pedro fue corriendo al sepulcro y allí “agachándose ve los lienzos (ὀθόνια)”.
Cuando Juan se refiere a “vendas” usa otra palabra griega, κειρία. Así sucede en Juan 11,44, donde, refiriéndose a la resurrección de Lázaro, se dice: “y salió el difunto, atado de pies y manos con vendas (κειρίαις)”. Obsérvese, por ciento, que no se dice que Lázaro estuviera todo él vendado como las momias egipcias, sino que únicamente tenía vendas que le ataban los pies y las manos.
Así pues, la palabra ὀθόνιον, empleada tres veces en Juan 20, ha de traducirse por lienzo, término que es aplicable desde luego a la Sábana Santa de Turín.
Para referirse a la sábana o lienzo con la que se envolvió el cuerpo de Jesús el evangelista Marcos usa la palabra griega σινδών, que también significa lienzo o sábana. Así sucede en Marcos 15, 46: “Y habiendo comprado una sábana (σινδονα), descolgándolo lo depositó en la sábana (σινδονι)”. La misma palaba se usa cuando se habla del joven que en el huerto de Getsemaní tenía “una sábana (σινδόνι) sobre el cuerpo” y que luego “soltando la sábana (σινδόνα), desnudo, se escapó”. Y también usan esta palabra Mateo y Lucas para referirse a la sábana o lienzo que se usó en la sepultura de Jesús: Mateo 27,59 y Lucas 23,53. Las palabras griegas σινδών y ὀθόνιον significan por lo tanto lo mismo: lienzo o sábana.
En la traducción que hasta hace poco se nos ofrecía en la liturgia se decía que esta tela (mal llamada “venda”) estaba “en el suelo”. Este detalle era poco relevante y no se comprendía porqué el evangelista insistía dos veces en ello. Todo cambia con la nueva traducción, en la que se dice que los lienzos estaban “tendidos”.
La palabra griega que antes se traducía por “en el suelo” y que ahora se traduce por “tendidos” es κεῖμαι. Su significado es “estar tendido, echado”.
Ahora se comprende por qué el autor del texto insiste tanto en el detalle de cómo había quedado la sábana que cubrió el cuerpo de Jesús. Al entrar en el sepulcro los testigos se sorprendieron enormemente porque el cuerpo había desaparecido, pero en cambio la sábana que lo había envuelto estaba “tendida”. Con la palabra griega κεῖμαι se nos está diciendo que la sábana que había envuelto el cadáver permanecía tendida en la misma posición en la que había sido colocada, pero caída sobre sí misma, como si el cuerpo se hubiera volatilizado. De ahí la importancia del detalle. Por eso en Juan 20, 8 se dice que el testigo “vio y creyó”. La posición “tendida” de la sábana era en sí mismo un signo de la resurrección de Jesús: excluía la hipótesis del robo.
En el episodio de Juan 20, 3-10 también se hace mención a otra tela presente en el sepulcro vacío. En Juan 20,7 se dice que vieron igualmente “el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollados en un sitio aparte”. También aquí se da gran importancia al detalle de la colocación: enrollados y en un sitio aparte de donde estaba el lienzo.
La palabra griega que se traduce por sudario es σουδαριον, que significa “sudario, paño o pañuelo para el sudor”. Se trataba de una tela de un tamaño intermedio entre nuestros pañuelos y nuestras toallas de mano, que formaba parte del atuendo habitual de los hombres en tiempos de Jesús, y que servía sobre todo, aunque no exclusivamente, para secarse el sudor.
En Juan 11,44, en el relato de la resurrección de Lázaro, se usa esta palabra cuando se dice que “su rostro estaba envuelto en un sudario (σουδαρίῳ)”. En Lucas 19,20 la palabra σουδαριον se usa en la parábola de los talentos, que ahora se la llama de las “minas”. El tercero de los siervos le devuelve al amo el talento (o mina) recibido diciendo “ahí tienes tu mina, la tenía guardada en un pañuelo (σουδαρίῳ)”. Y finalmente esta palabra se usa también en Hechos 19,11 en la mención que se hace a los milagros que realizaba Pablo “tomando los pañuelos (σουδάρια) o delantales que llevaba encima”
En Juan 20,7 se da también mucha importancia a la posición concreta en la que hallaba el sudario. No estaba tendido como la sábana, sino que, por el contrario, estaba alejado o en un sitio aparte (χωρὶς) respecto de ella, y envuelto o enrollado (ἐντετυλιγμένον).
Esta información de Juan 20.7 sobre el sudario usado para cubrir la cabeza de Jesús y sobre cómo fue encontrado en el sepulcro vacío encaja a la perfección con lo que sabemos del Santo Sudario de Oviedo, gracias a los estudios forenses y médico-legales a los que se ha sometido. Estos estudios han reconstruido, a partir de las manchas de sangre y los pliegues, cómo fue utilizado el sudario tras la muerte de Jesús. El sudario estaba en posición plegada cuando le fue retirado de la cabeza de Jesús, inmediatamente antes de ser envuelto con la sábana. Por eso el sudario fue dejado envuelto en lugar aparte de la sábana usada para envolver el cuerpo de Jesús.
A partir de ahora, cuando en la misa del Domingo de Resurrección escuchemos el Evangelio correspondiente a Juan 20, 3-11, podremos apreciar todos los detalles sobre cómo encontraron los primeros testigos la Sábana Santa que se usó para envolver el cuerpo de Jesús, así como el Santo Sudario con el que, al bajarlo de la cruz, se cubrió su rostro. La sábana que había envuelto el cadáver permanecía tendida en la misma posición en la que había sido colocada, pero caída sobre sí misma, como si el cuerpo se hubiera volatilizado. Fue por eso por lo que los dos apóstoles vieron y creyeron. Nosotros, ahora, gracias a la correcta traducción realizada del texto griego, podremos admirarnos también con ellos y, de la admiración, recorrer el camino hacia la afirmación razonada y confiada de la resurrección de Cristo.